sábado, 19 de septiembre de 2015

lunes, 29 de junio de 2015

La Inquisición española

    Amigos, hoy les quiero dejar un trabajo del doctor Juan Fernando Segovia sobre un tema discutido hoy en día: La Inquisición.
      Es evidente que la Santa Inquisición fue y es utilizada por los enemigos de España como caballito de batalla para combatir al imperio más grande conocido al día de la fecha, que fue sustancialmente cristiano, y a la misma Iglesia. España supo ser grande porque supo ser cristiana, supo dejarse guiar en la verdad, buscando ante todo la salvación de las almas bajo el amparo de la única religión verdadera. Esta realidad se ve reflejada en el arte, la literatura, las construcciones, el Concilio de Trento, la obra misionera en América, la unificación de España y también en la Santa Inquisición. 
      Me permito adelantarme en el trabajo para decir que la Inquisición fue una obra exclusiva de católicos para católicos y se caracterizó en España por su justicia y misericordia. 
      Tampoco se puede descontextualizar la época y compararla con los parámetros actuales. Debemos mirar a los países vecinos de Europa para comprender que la Inquisición fue una obra única y ejemplar. Así podremos entender que la cuestión religiosa era una cuestión de estado, que era parte de la res publica; se entenderá que muchas de las rebeliones que soportaron los reyes tenían una íntima conexión religiosa y que la historia negra española no es otra cosa que la continuidad de ese ataque que bien supieron combatir en su momento.
    Si hoy no se conoce la verdad es porque nos hemos cansado de estudiar, nos hemos cansado de gritar hasta el punto de dejarnos convencer de hechos mentirosos que los propios enemigos irónicamente sí supieron realizar. Hoy más que nunca debemos seguir gritando a toda voz la verdad a tiempo y a destiempo ,como decía San Pablo, pues la defensa de España es el mejor testimonio que podemos ofrecer a los ojos incrédulos de hoy en día de los saludables beneficios que la Iglesia puede aportar a un Estado.

  Hacé click aquí  Santa Inquisición para acceder al trabajo.

martes, 28 de abril de 2015

Verdad histórica



    Es bueno que nosotros, los hispanoamericanos, reconozcamos en  nuestros antepasados el bien que nos han sabido dejar. La gran mentira de los estados poderosos modernos es hacernos creer que nuestra Madre Patria nos conquistó en su sed de codicia esclavizando y destruyendo todo lo que había a su alrededor cual animal insaciable. Mentira insostenible con cualquier investigación medianamente seria sobre la conquista española o simplemente usando nuestros ojos para ver la enorme cantidad de indígenas y de mestizos que existen desde México hasta la Argentina, o también darse una vuelta  por cualquier ruina jesuítica y conocer su obra. 
    La verdad histórica dista mucho de la versión oficial, versión oficial que, dicho sea de paso, sí es totalmente  adecuada "a otras conquistas de otros reinos". Nos quieren avergonzar de nuestro pasado cuando justamente este mismo es nuestra mayor fortaleza. La conquista española tiene su sello hispánico y  la esencia  del mismo es ser profundamente cristiano. Dicho de una mejor manera: es una conquista católica con notas españolas. La España de Carlos V y de Felipe II fueron los imperios mas grandes que han existido y que mayor desarrollo han alcanzado y esto se debe principalmente por ser fieles hijos de la santa madre Iglesia. Sus enemigos fueron primero enemigos de la Iglesia y luego de España. Recordemos con estas imágenes algo de la misión hispánica en América.                               







"Las Indias eran reinos de la Corona de Castilla, distintos de los reinos de España, y administrados por un consejo real propio. Los indios eran súbditos directos de la Corona, no del estado español ni de españoles individuales. Eran hombres libres y no podían ser esclavizados a menos que se les cogiera en rebelión armada. Sus tierras y bienes les pertenecían, y no podían serles quitados. Sus jefes debían ser confirmados en el cargo y empleados como funcionarios menores. Dependían de los tribunales de justicia españoles y podían demandar a los españoles y éstos a ellos; pero sus leyes propias debían ser respetadas, excepto cuando eran evidentemente bárbaras o contrarias a las leyes españolas de Indias."

Fuente: 'Europa y la expansión del mundo, 1415-1715' del historiador británico John H. Parry, especializado en imperios ultramarinos, sobretodo España y Portugal.





















lunes, 2 de febrero de 2015

EL CRISTERO ESPAÑOL, UN CASO POCO CONOCIDO

Les dejo la entrada del blog Catolicidad. Espero que les sea de interés como lo fue para mi. Se trata de Don Francisco Indart, español que defendió la causa de Cristo en la guerra Cristera.



Catolicidad: EL CRISTERO ESPAÑOL, UN CASO POCO CONOCIDO

sábado, 24 de enero de 2015

San Fernando de España

Añoranzas ante la ominosa actualidad
La nostalgia no es una enfermedad; lo es aquello que la causa.
.Fernando III (Zamora 1199 - Sevilla 1252) fue uno de los hombres más destacados de la Cristiandad en aquel su siglo XIII, y el más santo de nuestros reyes hispánicos. Al nacer de la unión de doña Berenguela y de Alfonso IX, unió los respectivos reinos de Castilla y León. De su padre recibió, además, un poder militar notable con cuyo desarrollo conquistó Córdoba, el reino de Murcia y la ciudad de Jaén. De su madre los dones que la Providencia reunió de ascendientes como Eleonor Plantagenet, princesa inglesa; de Blanca de Navarra (madre de Luis IX, santo rey de Francia); de Enrique II, rey de Inglaterra (del que Anouilh escribe en su obra Becket); de Alfonso VIII, vencedor en la batalla de Las Navas de Tolosa en que se inicia el declive de la presencia islámica en tierra española (basta visitar el Palacio de los Papas, en Avignon, para darse uno cuenta).
El gran rey y gran santo, Fernando III, tomó a los mahometanos la Extremadura, sometió a tributo el reino de Granada, y se las arregló para unir a su ejército las fuerzas granadinas y conquistar Sevilla, de donde se mandaron a África a más de trescientos mil infieles mahometanos con sus jefes al frente. Y no sólo fue eso sino que les cortó las vías de arribada a España y a los que quedaban en España las de comunicación con África; causa y consecuencia de que tomara también la ciudad de Cádiz. Total, ya puestos... Por cierto, Sevilla llevaba ocupada por los mahometanos más de medio milenio.
Fernando III comparte con el Apóstol Santiago el patronazgo de España. Lo cual nos da pie para recordar, primero, que fue aquél quien, al conquistar Córdoba, alzó las banderas cristianas en lo alto de su mezquita, esa que hasta entonces (29 de junio de 1236) había simbolizado el imperio de Mahoma sobre la sublime figura de Cristo, Señor y Redentor de los ejércitos victoriosos. Una aljaba que erigieron los infieles -y que me perdone doña Susana Díaz- sobre los restos de la por ellos demolida basílica cristiano-romana que allí se encontraron.
Pero la relación con Santiago tiene para mi gusto un sabor aún más feliz. Y este es que dentro de la gran mezquita los libertadores cristianos descubrieron las campanas de la primera catedral compostelana, la que Almanzor, el caudillo moro, incendió y arrasó. Campanas que hizo llevar a Córdoba a hombros de esclavos cristianos para mostrar al Califa, Hixem II, el laurel religioso y, por tanto, el más valioso de sus victorias. Naturalmente resultó de todo punto inevitable que San Fernando mandara que las campanas compostelanas fuesen devueltas a su origen, muy justamente sobre hombros sarracenos.
Sin embargo, lo más importante de su persona no son sus conquistas, que extendieron el suelo cristiano a 370,000 kilómetros cuadrados de los 150,000 heredados; lo que más nos admira de San Fernando es toda su persona, de la que se nutren la pericia militar y cada una de sus virtudes. De ello el historiador Pedro de Ribadeneira (Toledo, 1526 - Madrid, 1611) nos dejó escrito:
Cuanto era prudente y esforzado en las batallas, era benigno y misericordioso después de la victoria, modesto y templado en los triunfos. Con los vencidos o los que se le rendían de voluntad era muy humano y los trataba no como enemigos, sino como si fuesen amigos. Cuando ganó Sevilla acomodó de bagajes a todos los moros que se quisieran pasar al África, y dio bagajes y guías a los que quisieran ir por tierra a Granada, y mandó a los capitanes que les hiciesen buen tratamiento: de manera que hasta ser vencidos le aborrecían sus enemigos, pero en venciéndolos conquistaba por su agrado y afabilidad los corazones de los que había conquistado por las armas, como se vio en el amor que tuvo siempre, sentimientos y demostraciones que hizo en su muerte, Alhamar, rey de Granada, y en la conversión a nuestra santa fe, de Benzuit, rey de Valencia, ocasionada del buen tratamiento y afabilidad con que le recibió el santo rey cuando le fue a visitar a Cuenca.
La palabra que daba a sus enemigos nunca la quebrantaba, antes era celosísimo de que se guardase en todo , de que es buen testimonio lo que encargó a su hijo don Alfonso en la muerte, entre los otros sabios y prudentes consejos que le dio. Había dado palabra el santo rey al moro de Granada, cuando le entregó la ciudad de Jaén, que se la volvería siempre que se la pidiese, y mandóle a su hijo que, si le pidiese el rey moro la ciudad de Jaén, se la entregase; porque quería que después de su muerte fuese guardada su palabra como él la había guardado siempre en vida.
Con ser tantas sus victorias como sus batallas y tener tanta parte en ellas su industria, valor y disposición, no quería para sí sus alabanzas sino para Dios Nuestro Señor, ni las atribuía a sus méritos o valor, sino a la infidelidad o desméritos de sus enemigos, diciendo que por castigarlos Dios a ellos como infieles, le favorecía a él.
También atribuía sus victorias a las oraciones de los siervos de Dios, y por eso, aconsejándole alguno de los ricos hombres en el sitio de Sevilla que se valiese de las rentas eclesiásticas, pues se hallaba tan falto de dinero y la necesidad era tan grande y la causa tan piadosa, respondió unas palabras que deberían estar escritas en el cielo con estrellas: De los eclesiásticos sólo quiero las oraciones; éstas las pediré y solicitaré siempre, porque a sus tantos sacrificios y ruegos les debemos la mayor parte de nuestras conquistas.
En Dios ponía la confianza de todos sus buenos sucesos y en la intercesión de la reina de los Ángeles y de los Santos; así prevenía sus batallas con romerías y rogativas, y las acababa con acción de gracias y riquísimas ofrendas.
Los hechos, gobierno y conquistas de Fernando III refulgen como éxitos portentosos por encima de capitanes como Ordoño I, y su victoria en la batalla de Clavijo; el Cid, aquel gran vasallo que no tuvo buen señor; el Emperador Alfonso VII, conquistador de Almería; Alfonso VIII, el ya citado vencedor en Las Navas de Tolosa con el consejo y ayuda del arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada; o Alfonso X, llamado "El Sabio", hijo y sucesor de San Fernando; de Jaime I, El Conquistador... De unos, Fernando engrandecía sus herencias, y a otros con su ejemplo les estimuló en sus retos.
El pasmo y el encanto, el asombro y el embeleso se apodera de nosotros al repasar nuestra miopía por estas vidas portentosas. Ortega nos dice, no recuerdo dónde, que los ocho siglos de ocupación musulmana fueron para los españoles como el tensar de un arco capaz de ensartar con sus flechas lo que quisieran: por el Este, toda Europa hasta Estambul y la India; por el Oeste, hasta un Nuevo Mundo, el segundo continente del planeta que nos esperaba durmiendo en el neolítico. Sin españoles como este gran rey: cruzados infatigables, sabios estrategas en sus batallas, políticos sagaces y lúcidos gobernantes, ni España existiría ni la Cristiandad se habría alargado en sus siglos más allá de Trento y Felipe II. Fue la siembra de un San Fernando lo que, en el tiempo que solo Dios mide, nos dio la dorada cosecha de otro personaje incomparable, como lo fue, y lo es, la inmortal Reina Isabel I, de Castilla.
Llegado aquí daré un salto atrás para referir un episodio de trascendente importancia en la persona del futuro rey. Siendo Fernando un niño de diez años contrajo una grave enfermedad que, en opinión de los médicos de la corte, le puso en serio peligro de muerte inmediata. Ante esto su madre le tomó y cabalgó con él hasta el Monasterio de Oña, donde pasó toda la noche rezando y llorando a los pies de una imagen de la Virgen, hasta que, según recogen las crónicas reales, «el meninno empieza a dormir, et depois que foi esperto, luego de comer pedía.»
Quizás por esto pensaba San Fernando que el reino verdadero al que todo ha de someterse es el de Dios. Quizás por aquella rara curación, tantas veces se proclamaba servidor de la Virgen, la Madre de Dios, de la que solía llevar una talla en el arzón de su caballo.
De este hispano rey Marcelino Menéndez y Pelayo dijo refiriendo su cristiana muerte: El tránsito de San Fernando oscureció y dejó pequeñas todas las grandezas de su vida. (...) De la vida interior ¿quién podría hablar dignamente sino los ángeles, que fueron testigos de sus espirituales coloquios y de aquellos éxtasis y arrobos que tantas veces precedieron y anunciaron sus victorias?
Llegado el día 30 de mayo de 1252, al sentir que se moría se postró en tierra sobre cenizas y pidió los últimos sacramentos. Se despidió de la reina y de sus hijos. Volviéndose a los que se hallaban presentes, les pidió que le perdonasen por alguna involuntaria ofensa y alzó hacia el cielo la vela encendida que sostenía en las manos reverenciándola como símbolo del Espíritu Santo.
Los Papas Gregorio IX e Inocencio IV le elogiaron como "paladín de Dios y ejemplo de soldado cristiano".
Fue canonizado el 4 de febrero de 1671 por el Papa Clemente X.
Pedro Rizzo
¡San Fernando  ruega por nuestra amada España para que vuelva a su antiguo esplendor! ¡Ruega por Argentina que supo ser hija fiel de los que te sucedieron!

jueves, 22 de enero de 2015

Don Blas de Lezo

     Aquí les dejo un libro del señor Pablo Victoria, publicado por la editorial Áltera, en la cual nos relata una batalla que ha quedado en el olvido. Perdón, se ha querido que quede en el olvido por parte de Inglaterra.
    Corría el año 1741 y Cartagena de Indias amaneció en sus costas con las velas de la Armada Invencible inglesa.... el relato se lo dejo a este increíble autor que, luego de estudiar profundamente el tema, nos regala un relato ameno, accesible a todos sobre como fue la heroica defensa de nuestros compatriotas hispanoamericanos. Especialmente resalta la figura de Don Blas de Lezo, uno de esos caballeros católicos que  Inglaterra ha querido borrar de la historia y que España no debe olvidar; un héroe que no buscó reconocimiento sino solamente servir a Dios y a su Patria de manera excelentísima, aún cuando sus superiores no cumplían o no querían cumplir de manera debida sus obligaciones.
     Espero que lo disfruten como lo he hecho yo.



Hagan doble click para acceder al libro

El día que españa derrotó a Inglaterra

jueves, 27 de noviembre de 2014

Positio canónica de Isabel la católica



Amigos, este blog ha sido creado con la única intención de dar a conocer el proceso de canonización de Isabel la Católica que ha sido frenado por no comulgar con el espíritu de nuestros tiempos. A todos aquellos que se encuentren interesados en su vida y obra, encontrarán aquí un resumen del proceso oficial. A esta clase de resumen se los conoce por positio

Abrazo en Cristo y María con la firme esperanza que algún día se hará justicia a esta gran santa que nos ha dado la Iglesia


Positio canónica Isabel la Católica